Los tributos son ingresos públicos que consisten en prestaciones pecuniarias obligatorias, instauradas de manera unilateral, exigidas por una Administración pública como consecuencia de la ejecución del hecho imponible al que la Ley supedita el deber de aportar. Su fin primordial es el de adquirir los ingresos que se necesitan para el sustento del gasto público.
El carácter coactivo de los tributos está presente en su naturaleza desde los orígenes de esta figura. Debido a esta naturaleza coactiva, y para asegurar la autoimposición, en Derecho tributario rige el fundamento de legalidad. A razón del cual, se guarda a la ley el establecimiento de los elementos de la obligación tributaria.
En el sistema impositivo público se diferencian tres figuras tributarias: el impuesto, la tasa y la contribución especial.
Los impuestos son tributos cuyo hecho imponible se define sin referencia a servicios prestados o actividades desarrolladas por la Administración Pública. El hecho imponible está conformado por transacciones, actos o hechos que dan cuenta de la capacidad contributiva del tributario.
Por su parte, las tasas son los tributos que imponen la ejecución de ciertos hechos imponibles tales como la utilización privativa del dominio público, la prestación de servicios públicos o el cumplimiento de labores en sistema de Derecho público.
Mientras que las contribuciones especiales son tributos cuyo hecho imponible consiste en la obtención por el obligado tributario de un beneficio o de un incremento de valor de sus bienes como consecuencia de la ejecución de obras públicas o de la instauración o ampliación de servicios públicos.
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